22 de octubre: Día Nacional del Derecho a la Identidad

Espacio de Revisión Discursiva #17

Área de Orientación Pericial

¿Qué nos hace ser quiénes somos? ¿Es nuestra identidad determinada por nuestra biología, nuestra mente o nuestras experiencias?

En el año 2004, y a partir de la Ley N° 26.001 el Congreso Nacional instituyó el 22 de octubre como el Día Nacional del Derecho a la Identidad para conmemorar la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo, organización civil creada el 22 de octubre de 1977. En una nueva conmemoración, rendimos homenaje a las Abuelas por su lucha ininterrumpida por la Memoria, la Verdad y la Justicia.

La identidad biológica es un conjunto de rasgos y características congénitas y/o adquiridas que hacen que una persona sea igual a sí misma, pero diferente al resto de las otras personas.

Por otro lado, la identidad personal supone un proceso mediante el cual una persona crea, durante el transcurso de su vida, una imagen de sí misma que responde a la pregunta de ¿quién soy? (Bajardi, 2015).

“La identidad humana está compuesta por una combinación de elementos biológicos, experiencias, cultura, personalidad y relaciones. Cada uno de estos elementos contribuye a la formación de nuestra individualidad única y en constante evolución” (Santaolalla Miguel, 2024).

- Identificación humana en el ámbito forense

La identificación humana implica un proceso forense interdisciplinario en el cuál se estudian, a través de diferentes técnicas y métodos, las características del genotipo y fenotipo que representan a una persona, con el objetivo de establecer la identidad de las mismas relacionadas con un hecho delictivo (Navarro, sf).

“La identificación humana se refiere a la individualización mediante la atribución de un nombre de nacimiento u otro nombre apropiado a los restos humanos”. (Expresión forense)

- Selección de métodos de identificación forense

a. La autopsia psicológica, en palabras de Melchiorre, es un método de investigación que descubre la importancia de nuestras relaciones y que muestra que nuestra identidad se origina y desarrolla en relación con otros, no en nuestro interior. Cuando no tenemos a la persona física, nos falta una psique individual a investigar o una superficie de lectura. Lo interesante en el campo de la investigación es que en realidad podemos saber cómo era esa persona indagando las relaciones en las que se desarrollaba, sus pensamientos, emociones y conductas, ya que todo esto en un individuo nos muestra los componentes de su identidad.

“El cadáver no es únicamente un objeto inanimado sino un elemento activo en la dinámica del suceso a investigar”.

b. Juan Vucetich define a la dactiloscopía como “La ciencia que se propone la identificación de las personas, físicamente consideradas, por medio de las impresiones o reproducción física de los dibujos formados por las crestas papilares en las yemas de los dedos de las manos’’.

La base del Sistema Dactiloscópico reside en lo denominado ‘’Los cuatro tipos fundamentales’’ que constituyen la base del sistema y sirven como fundamento. Un diseño dactilar siempre encuadrará dentro de alguno de los cuatros tipos fundamentales, los cuales son: arco, presilla interna, presilla externa y verticilo. Dentro de ésta se subclasifica en puntos característicos, variaciones morfológicas de las crestas papilares las cuales deben ser idóneas para la identificación.


Caso Francisca Rojas, primer hecho delictivo que resolvió el Sistema Dactiloscópico

El 29 de junio de 1892 en la ciudad de Necochea se descubrió gracias a este método la autoría de un doble filicidio. En este caso, cuando llegaron los investigadores a la escena del crimen, pudieron identificar que la puerta del hogar estaba bloqueada y el presunto sospechoso salió por la ventana en la cual dejó huellas ensangrentadas de sus manos. Los investigadores desarmaron la ventana y la puerta, y tomaron las impresiones dactilares de Francisca y de Ramón, padres de los sujetos vulnerados. Se enviaron las muestras a la ciudad de La Plata para que lo revisara Juan Vucetich con su novedoso método dactiloscópico y se descubrió que la autora del crimen había sido la madre, Francisca Rojas.

Posterior a esto, se dio lugar a que fuera el primer caso conocido de aplicación del estudio de los rastros dactilares al descubrimiento de un delito y, por lo tanto, de admisión de la Dactiloscopía como prueba judicial.

"Las huellas dactilares son el ADN de la identificación" (Galton, Francis)

c. Entendemos por ADN a la biomolécula presente en el núcleo de nuestras células la cual contiene la información necesaria para desarrollar las características que componen nuestra identidad. Cada persona posee un ADN que es único e irrepetible debido a la gran cantidad de combinaciones de secuencias que están presentes en la parte no codificante del mismo y que varían en sus repeticiones de una persona a otra. Estas secuencias conocidas como VNTR (secuencias variables repetitivas en tándem) y STRs (secuencias cortas repetitivas en tándem) dentro del ámbito forense nos permiten, a través de diferentes técnicas y métodos, poder individualizar a una persona mediante el estudio de una muestra o una evidencia relacionada con un hecho delictivo.

“Antes pensábamos que nuestro futuro estaba en las estrellas, ahora sabemos que está en nuestros genes” (Watson James)

- Necroética: derechos póstumos

La reflexión propuesta es ofrecer una perspectiva de transición entre la bioética, como ética de la vida, hacia una necroética, que considera las relaciones afectivas y simbólicas en torno al cadáver, así como el valor intrínseco de los cuerpos y sus componentes anatómicos, histológicos y aún genéticos, como extensión de la dignidad humana, la cual no claudica con el término de la vida.

- Identidad y dignidad póstuma como dilemas éticos

Cadáveres, partes del cuerpo, tejidos y restos óseos siempre provienen de individuos particulares, e incluso cuando estos individuos vivieron en el pasado distante, nunca pueden ser completamente deshumanizados. Todavía nos recuerdan que fueron una vez uno de nosotros. (Gareth, D. y Whitaker, M.I., 2009)

El cadáver representa mucho más que la evidencia física que comprueba la muerte de una persona. Representa mucho más que caro data vermibus (o «carne dada a los gusanos», el término que equívocamente se ha empleado como origen del acrónimo cadáver). Los cadáveres constituyen cuerpos de texto que develan no sólo las variaciones de la estructura anatómica (en el caso de la disección con fines educativos), o las causas fisiopatológicas de ciertas enfermedades (en el caso de la histopatología con fines diagnósticos) o las causas y los mecanismos de muerte, bien como procedimiento para el esclarecimiento de un diagnóstico clínico, o bien como apoyo a la administración de justicia (en el caso de las necropsias forenses), sino, más allá, son «historias vividas» (Solbakk J.H., 2012), historias singulares que pueden ser contadas, subjetividades (como expresión de deseos, propósitos o intenciones) (Van Hooft S., 2004) que habitaron un espacio físico y múltiples redes de relaciones afectivas, culturales e históricas.

La dignidad póstuma se erige entonces como el valor reconocido al cuerpo sin vida de la persona, el cual constituye su memoria y la de su red de relaciones significativas, de lo cual se deriva una actitud de respeto a sus valores, creencias, preferencias religiosas, ideológicas y éticas, así como de su integridad, tanto física como ideológica.

Los cadáveres constituyen la evidencia irrebatible de la memoria histórica, de los compromisos políticos de verdad, justicia y reparación en el contexto de procesos de justicia transicional, y de la restauración de los vínculos afectivos y sociales de las comunidades afectadas por las múltiples formas de violencia.

Desde las ciencias forenses radica la responsabilidad de utilizar sus conocimientos y métodos para identificar a una persona después de fallecida y preservar así su identidad póstuma respetando el derecho a la identidad y su dignidad.

“La identidad es vital. El primer derecho que debe tener un ser humano es que los padres le den un nombre y un apellido, es la herencia que te dejan”. Carla Rutila Artés, restituida a los 10 años, nos dice que el nombre no es sólo una identificación, sino que carga con la herencia que le dejan sus padres, la suya y la de sus antepasados.