En un colegio de Mar del Plata, una alumna sufrió una hipoacusia neurosensorial bilateral severa, con la pérdida del 95% de su audición, por caminar cerca de una botella que explotó mientras sus compañeros grababan el reto de TikTok de la “bomba de lavandina”.
En Inglaterra, un niño de 12 años sufrió muerte cerebral y luego murió después de realizar el desafío de TikTok conocido como "blackout challenge", que consiste en grabarse mientras se aguanta la respiración hasta desmayarse. En ese país también una niña de 10 años sufrió quemaduras graves, por la que necesitará cirugía, por rociarse desodorante a corta distancia de la piel durante diez segundos por el reto de “la mano helada”.
Esto son sólo algunos de los últimos casos que aparecieron en los medios de comunicación, pero ya son miles los niños, niñas y adolescentes lesionados y en muchos casos muertos por estos desafíos. Pero ¿qué es lo que les lleva a realizarlos?
Las niñas y los niños se sienten atraídos por este tipo de retos virales porque es un modo de empezar a tener códigos en común con sus pares, lo viven como un “ingreso al grupo”, a un mundo que excede el núcleo familiar.
Existe una enorme cantidad de videos deliberadamente crueles, algunos de ellos consisten en “challenges” o “retos”, que son acciones nacidas en el entorno digital propuestas para ser imitadas a grandes audiencias de usuarios. Cualquier persona puede crear o participar de un reto, el cual debe ser grabado y posteriormente publicado en internet.
La finalidad es alcanzar la mayor cantidad de visitas y me gusta, y muchos de ellos son comportamientos que, desde la mirada adulta y el sentido común, son absurdos. El problema es que, en la mayoría de las ocasiones, son niños, niñas y adolescentes los que protagonizan estos retos, sin valorar el riesgo que suponen para su integridad física o psicológica.
¿Qué podemos hacer las y los adultos?
El acompañamiento y la prevención se deben trabajar desde la información, la comunicación y la confianza. Conversar sobre estos desafíos que circulan en las redes y fomentar el pensamiento crítico, exponiendo cuáles son divertidos y cuáles riesgosos. Guiar para que puedan discernir aquellas cosas que están mal, que representan un peligro o que implican burlas hacia otras personas.
La escuela y la familia deben trabajar en la autoestima de los niños, niñas y adolescentes para que sientan seguridad y no busquen esos retos para sentir pertenencia. Enseñarles a administrar la opinión de los demás, para que no sientan presión y tomen riesgos para conseguir un me gusta en las redes.
Dejarles en claro en todo momento que pueden confiar en las personas adultas, que nos importan y que si algo hace daño, no puede estar bien.
Esto son sólo algunos de los últimos casos que aparecieron en los medios de comunicación, pero ya son miles los niños, niñas y adolescentes lesionados y en muchos casos muertos por estos desafíos. Pero ¿qué es lo que les lleva a realizarlos?
Las niñas y los niños se sienten atraídos por este tipo de retos virales porque es un modo de empezar a tener códigos en común con sus pares, lo viven como un “ingreso al grupo”, a un mundo que excede el núcleo familiar.
Existe una enorme cantidad de videos deliberadamente crueles, algunos de ellos consisten en “challenges” o “retos”, que son acciones nacidas en el entorno digital propuestas para ser imitadas a grandes audiencias de usuarios. Cualquier persona puede crear o participar de un reto, el cual debe ser grabado y posteriormente publicado en internet.
La finalidad es alcanzar la mayor cantidad de visitas y me gusta, y muchos de ellos son comportamientos que, desde la mirada adulta y el sentido común, son absurdos. El problema es que, en la mayoría de las ocasiones, son niños, niñas y adolescentes los que protagonizan estos retos, sin valorar el riesgo que suponen para su integridad física o psicológica.
¿Qué podemos hacer las y los adultos?
El acompañamiento y la prevención se deben trabajar desde la información, la comunicación y la confianza. Conversar sobre estos desafíos que circulan en las redes y fomentar el pensamiento crítico, exponiendo cuáles son divertidos y cuáles riesgosos. Guiar para que puedan discernir aquellas cosas que están mal, que representan un peligro o que implican burlas hacia otras personas.
La escuela y la familia deben trabajar en la autoestima de los niños, niñas y adolescentes para que sientan seguridad y no busquen esos retos para sentir pertenencia. Enseñarles a administrar la opinión de los demás, para que no sientan presión y tomen riesgos para conseguir un me gusta en las redes.
Dejarles en claro en todo momento que pueden confiar en las personas adultas, que nos importan y que si algo hace daño, no puede estar bien.