Más de 1500 jóvenes asistieron a los talleres que realiza el organismo provincial en escuelas y clubes para desnaturalizar y reconocer situaciones de violencia en las relaciones de pareja. ¿Cómo se recorre el círculo de violencia que va desde el comentario hasta la agresión física? Amor romántico, celos y novios, en cuestión.
En una escuela de Berazategui, cincuenta chicos y chicas de quince años están sentados frente al escenario del salón de actos. Las sillas forman un semicírculo irregular. Hay algunas mochilas sobre el piso, afiches de colores en las paredes y una pantalla sobre la que se proyecta la frase: “Cortá a tiempo”. Adelante, Melina y Paz hablan entre ellas. Miran a los chicos y saludan. Durante dos horas van a conversar sobre relaciones de pareja violentas, violencia de género y lo que se esconde debajo de la idea de amor romántico.
El taller sobre noviazgos violentos “Cortá a tiempo” es una iniciativa de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires para tratar esta problemática en espacios donde los jóvenes desarrollan actividades, tanto en escuelas como clubes y centros culturales.
“Intentamos que sea un espacio de reflexión y visibilización de prácticas que, hasta el momento, para muchas personas son naturalizadas”, cuenta Melina, que junto a Paz es una de las coordinadoras de los talleres. “Uno de nuestros objetivos es que quienes vengan puedan identificar algunas conductas violentas dentro de sus vínculos personales”, explica.
Los talleres se realizaron entre agosto y noviembre de 2018 en escuelas secundarias de gestión pública y privada, centros culturales y comunales, iglesias, clubes de barrio, teatros, ONGs y gremios. Durante ese período se llevaron a cabo 32 encuentros y participaron 1585 jóvenes de entre 15 y 18 años del interior provincial y el conurbano.
“La decisión de priorizar a este grupo tiene que ver, en primer lugar, con los resultados obtenidos en una encuesta online realizada por la Defensoría, de la cual surge que 1 de cada 4 jóvenes ha vivido alguna situación de violencia en su relación de pareja”, dice Alejandra López, directora del Observatorio de Políticas Públicas del organismo y responsable del programa. Los datos recogidos en la encuesta confirman los de la línea 144, que indican que la mayor parte de denuncias proviene de esta franja etaria (8 de cada 10 llamadas en el 2017 fueron de personas entre 16 y 17 años).
Lo voy a decir
Termina la charla. En el teatro hay más de cien personas. Mientras se escuchan aplausos, una chica de la quinta fila se para y camina por el pasillo del auditorio hasta el escenario. Tiene el pelo rosa y está vestida toda de negro. Paz y Melina se acercan a ella. Sube al escenario y conversan unos segundos sin micrófono. “Voy contar algo pero sin dar nombres”, les dice. El teatro queda en silencio.
Agustina (su nombre real ha sido cambiado) tiene dieciséis años y cursa el anteúltimo año en una secundaria del norte de la provincia de Buenos Aires. Había sido una de las más participativas en las casi dos horas de taller. Ahora está parada en el medio del escenario, flanqueda por las dos coordinadoras. Da un paso adelante.
“Yo estaba con un chico que de un día para el otro me dejó de ver. Me dijo que no me quería y no supe más de él”, dice. Abajo, un grupo de seis chicas la escuchan agarradas de las manos.
Continúa: “Estuve muy dolida por eso pero después de un tiempo conocí a otro chico y empezamos a salir. Cuando mi ex se enteró me empezó a amenazar. Primero dijo que me iba a lastimar a mí y después a mis amigas y familiares. Lo que me cuestionaba era que estuviera con otra persona y no con él”.
La reacción de Agustina fue bloquearlo en redes sociales. Su ex novio lo tomó como una ofensa y empezó a merodear por su casa y a amenazar a sus amigas.
“Quise contarlo antes pero no supe a dónde ir, porque el chico es conocido y está bien visto en la ciudad. Así que me quedé por un tiempo encerrada en mi casa. No salía más que para ir al colegio y alguna que otra vez con mi familia. Con el tiempo me alejé de mis amigas, por miedo a que les pasara algo, y dejé de ver al pibe con el que salía”.
En ese momento mira a las talleristas: "Lo voy a decir, voy a decir quién es para que mis compañeras estén atentas y porque estoy cansada de ser yo la que se queda adentro mientras él anda por la calle lo más tranquilo". Las compañeras de Agustina están ahora abrazadas y lloran. Los chicos la miran, todavía con sorpresa y expectativa. Una inspectora se acerca al escenario y pide que no se den nombres. Agustina lo dice igual.
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“En un primer momento se muestran distantes pero a medida que se desarrollan los contenidos del taller empiezan a hacer preguntas e identifican comportamientos agresivos dentro de sus vínculos personales”, explica Paz. “Si bien en muchas escuelas han recibido charlas sobre violencia de género, destacan la importancia de este espacio para repensar sus propias relaciones afectivas”, agrega.
A partir de la participación de los jóvenes, las talleristas desarrollan conceptos como el patriarcado y su construcción social, y las distintas formas de violencia de género y su naturalización. También explican de qué manera actuar ante una situación de violencia en la pareja, ya sea la propia o la de alguna persona cercana.
Entre los temas que generan participación, los más recurrentes tienen que ver con los estereotipos de género, las situaciones cotidianas de violencia y los celos en la pareja. “Principalmente hacen mención a la posesión y los celos como una de las problemáticas que provocan el alejamiento de las amistades y del círculo de confianza”, cuenta Melina.
De estas cosas en mi familia no se habla
Son las 10 de la mañana y los chicos esperan a que termine la primera parte del taller para desayunar en la escuela. Es agosto y en la costa sur de la provincia de Buenos Aires el viento es duro. Un café caliente es todo lo que se desea. Melina marca la pausa y la mayoría de los más de treinta chicos y chicas que participan de la charla van hacia el comedor. Camila (su nombre fue reemplazado) y dos amigas más se quedan en el lugar. Quieren hablar con las talleristas. Camila toma la palabra.
—¿Conocen a alguien que haya pasado por alguna situación así?— les pregunta.
—Si, lamentablemente conocemos muchas situaciones y también las pasamos— contestan.
—A mí también me pasó, pero cuando era más chica —dice pausadamente, con mucha tranquilidad.
—Tenía 14. Mi novio de ese momento me trataba mal, me gritaba y llegó a pegarme —las amigas de Camila la miran mientras habla y afirman con la cabeza—. De estas cosas en mi familia no se habla.
Con soltura, Camila relata situaciones de violencia que sufrió por parte de su ex pareja.
—Cuando quise cortarle seguía insistiendo y me perseguía. Así que me tuve que ir del pueblo.
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El concepto de amor romántico aparece permanentemente en todos los talleres: aquellas actitudes asumidas como normales son puestas en debate y cuestionadas por los chicos.
“Muchas veces los celos son tomados como una forma de demostración de afecto, cuestión que se busca desandar durante la actividad, tanto a través de los materiales audiovisuales como con el uso de ejemplos”, explica Alejandra López.
“Las relaciones violentas no se establecen de un día para el otro —agrega— ni son secuencias lineales, sino que se van afianzando a partir de prácticas cotidianas que no se reconocen como violentas”.
Las consultas recibidas no sólo tienen que ver con las vías a las que se puede recurrir ante estas situaciones sino también con cómo pueden acompañar a una persona en el proceso de reconocer que se encuentra en una relación violenta, sean jóvenes o adultos.
“Cualquiera puede encontrarse alguna vez en una relación violenta y, si bien la mayor cantidad de denuncias proviene de personas jóvenes, no es una característica propia de los vínculos en este grupo etario, sino que puede darse en cualquier momento de la vida”, dice.
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Melina apaga el proyector y guarda la pantalla retráctil. Paz, mientras tanto, conversa con la directora de la escuela de Berazategui. Van a ser las doce del mediodía y se acerca el último recreo. Cuando se despiden de los directivos el salón está semi vacío. Tienen todo listo pero esperan un poco más para irse. Saben. Tres chicas las esperan sentadas.