A Lidia Ortiz de Burry la conocen en La Plata como "la abuela de las armas", porque a sus casi 70 años tiene una gran historia que contar: le quitó unas 900 armas a jóvenes de las zonas marginales de la Ciudad y las sacó de circulación
A Lidia Ortiz de Burry la conocen en La Plata como "la abuela de las armas", porque a sus casi 70 años tiene una gran historia que contar: le quitó unas 900 armas a jóvenes de las zonas marginales de la Ciudad y las sacó de circulación.
Es por eso que el Defensor del Pueblo Adjunto General, Walter Martello, mantuvo un encuentro con ella en el marco del Día de la No Violencia para intercambiar experiencias sobre su decisión de aportar para que dejen de repetirse episodios dramáticos en la zona.
“Desde la Defensoría del Pueblo quisimos hoy rescatar la experiencia de Lidia en su contribución a la no violencia en jóvenes y por eso vinimos a su casa a visitarla y compartir experiencias”, expresó Martello.
La historia cuenta que al principio Lidia pegó carteles en los que avisaba que cambiaría armas a quien quisiera entregárselas por ropa y comida, pero los voluntarios no aparecían. Sin embargo, cuando se le ocurrió pagar alrededor de 130 pesos por cada arma, comenzó a recibir a adolescentes de 12, 13 o 14 años que le dejaban revólveres y pistolas de todos los calibres que usaban para robar en los barrios de la periferia platense.
Su meta era sacar 30 o 40 armas de circulación, pero finalmente llegó a comprar 900, de todo tipo de calibre, que fueron entregadas al Renar.
Incluso, con muchas de ellas se realizó una escultura en Plaza Malvinas.
Madre de 6 hijos, abuela y bisabuela fue, durante toda su vida, profesora de geografía en el Colegio Nacional. Hace tres años, Lidia tuvo un problema de salud que le afectó la vista: manejar se le hizo muy difícil y las complicaciones para trasladarse la alejaron de los barrios.
“Su tarea y la visión que compartimos acerca de darles oportunidades a los niños y jóvenes y su inmensa solidaridad, hacen que un día como hoy estemos aquí,en su hogar, para reconocer su tarea en favor del desarme y el entendimiento. El ejemplo de una mujer que se atrevió a desafiar el no se puede, debe ser valorado”, concluyó Martello.
Es por eso que el Defensor del Pueblo Adjunto General, Walter Martello, mantuvo un encuentro con ella en el marco del Día de la No Violencia para intercambiar experiencias sobre su decisión de aportar para que dejen de repetirse episodios dramáticos en la zona.
“Desde la Defensoría del Pueblo quisimos hoy rescatar la experiencia de Lidia en su contribución a la no violencia en jóvenes y por eso vinimos a su casa a visitarla y compartir experiencias”, expresó Martello.
La historia cuenta que al principio Lidia pegó carteles en los que avisaba que cambiaría armas a quien quisiera entregárselas por ropa y comida, pero los voluntarios no aparecían. Sin embargo, cuando se le ocurrió pagar alrededor de 130 pesos por cada arma, comenzó a recibir a adolescentes de 12, 13 o 14 años que le dejaban revólveres y pistolas de todos los calibres que usaban para robar en los barrios de la periferia platense.
Su meta era sacar 30 o 40 armas de circulación, pero finalmente llegó a comprar 900, de todo tipo de calibre, que fueron entregadas al Renar.
Incluso, con muchas de ellas se realizó una escultura en Plaza Malvinas.
Madre de 6 hijos, abuela y bisabuela fue, durante toda su vida, profesora de geografía en el Colegio Nacional. Hace tres años, Lidia tuvo un problema de salud que le afectó la vista: manejar se le hizo muy difícil y las complicaciones para trasladarse la alejaron de los barrios.
“Su tarea y la visión que compartimos acerca de darles oportunidades a los niños y jóvenes y su inmensa solidaridad, hacen que un día como hoy estemos aquí,en su hogar, para reconocer su tarea en favor del desarme y el entendimiento. El ejemplo de una mujer que se atrevió a desafiar el no se puede, debe ser valorado”, concluyó Martello.