Argentina cumple 38 años de ejercicio ininterrumpido de la democracia. Como cada año, siempre es sana la tarea de recordar el esfuerzo que nos llevó recuperarla y la importancia de seguir fortaleciéndola.
En este permanente desarrollo como sociedad democrática, desde la Defensoría del Pueblo bonaerense tenemos la plena convicción de que la mejor forma de avanzar en ese sentido es garantizarle a las personas el pleno ejercicio de sus derechos.
En un mundo en constante cambio, los últimos años en Argentina estuvieron marcados por una sucesión de transformaciones que permitieron dejar atrás muchas postergaciones e injusticias, para que la mayoría de los y las argentinos soñemos con vivir en un país más justo e igualitario.
A casi cuarenta años del retorno de la democracia muchas de estas conquistas hubieran sido impensables en esos primeros años de los ochenta, cuando salíamos de los años más oscuros de nuestra historia. Pero cada avance, cada paso adelante a favor de conseguir nuevos derechos, fueron exclusivamente gracias a las ventajas que ofrece el sistema democrático.
Ahora bien, con la simple declamación no alcanza. A los derechos hay que ponerlos en práctica, hay que darle instrumentos a la ciudadanía para que puedan beneficiarse con ellos, hay que garantizarles que se cumplan, y también hay que estar a disposición para que reclamen cuando no se respetan, acompañarlos cuando les fueron vulnerados.
Debemos usar el diálogo y el consenso, elementos centrales de la vida democrática, para generar las condiciones necesarias para sumar derechos, pero también para generar las políticas públicas necesarias para que estos puedan tener una vigencia plena y que lleguen a la mayor cantidad de argentinos y argentinas.
Vivimos en una democracia que, a pesar de algunas deudas, ha madurado en todos estos años. Nuestra mayor responsabilidad es mantener esta dinámica de crecimiento institucional y potenciar las herramientas para que los y las habitantes puedan hacer valer sus derechos.
Una Argentina cada vez más grande, con justicia e igualdad, será siempre una Argentina democrática.
En un mundo en constante cambio, los últimos años en Argentina estuvieron marcados por una sucesión de transformaciones que permitieron dejar atrás muchas postergaciones e injusticias, para que la mayoría de los y las argentinos soñemos con vivir en un país más justo e igualitario.
A casi cuarenta años del retorno de la democracia muchas de estas conquistas hubieran sido impensables en esos primeros años de los ochenta, cuando salíamos de los años más oscuros de nuestra historia. Pero cada avance, cada paso adelante a favor de conseguir nuevos derechos, fueron exclusivamente gracias a las ventajas que ofrece el sistema democrático.
Ahora bien, con la simple declamación no alcanza. A los derechos hay que ponerlos en práctica, hay que darle instrumentos a la ciudadanía para que puedan beneficiarse con ellos, hay que garantizarles que se cumplan, y también hay que estar a disposición para que reclamen cuando no se respetan, acompañarlos cuando les fueron vulnerados.
Debemos usar el diálogo y el consenso, elementos centrales de la vida democrática, para generar las condiciones necesarias para sumar derechos, pero también para generar las políticas públicas necesarias para que estos puedan tener una vigencia plena y que lleguen a la mayor cantidad de argentinos y argentinas.
Vivimos en una democracia que, a pesar de algunas deudas, ha madurado en todos estos años. Nuestra mayor responsabilidad es mantener esta dinámica de crecimiento institucional y potenciar las herramientas para que los y las habitantes puedan hacer valer sus derechos.
Una Argentina cada vez más grande, con justicia e igualdad, será siempre una Argentina democrática.